Estudiantes

lunes 30 de junio de 2008

Mi Familia y Otros Animales


MI FAMILIA Y OTROS ANIMALES, Gerald Durrell (1925-1995)

Estamos ante la novela idónea para hacer que unas aburridas y largas semanas vacacionales se transformen en otro paisaje. Es divertida, usa de una sutil ironía “inglesa” con la que es imposible que desaparezca la sonrisa de nuestro rostro, su prosa es impecable, las descripciones de los paisajes de la isla de Corfú así como las referentes a la vida y costumbres de los animales son una delicia...

Veréis: Gerald Durrel fue el hermano menor de una familia extrañamente atípica compuesta por una angelical e inocente madre viuda, un hermano aficionado a las armas, una bella hermana llena de glamour y de granos en la cara, y el tercer miembro en discordia, el escritor que más tarde fuera uno de los más grandes novelistas ingleses del siglo XX, Laurence Durrell, (Larry, el hermano mayor). En total, cuatro hermanos llenos de juventud, protestas, exigencias, catarros y acné.

Así que en la época en que se desarrolla la historia que hoy os aconsejo, todos atravesaban esa primera juventud, si no adolescencia, excepto Gerald (Gerry, nuestro protagonista) que es quien recuerda aquella etapa de su vida y nos la muestra con sus ojos de niño. La cosa comienza un día de lluviosa primavera en que el sol apenas se deja ver. Todos están enfermos, todos yacen en sus camas estornudando y sumidos en la más desagradable de las depresiones mientras afuera llueve sobre la verde pero brumosa campiña inglesa. Eso hace que se planteen, con un estupendo sentido del humor, la posibilidad de levantar anclas e irse a pasar un tiempo a una isla griega, llena de sol y de vida, de la que un amigo del “intelectual” Larry les ha hecho una atractiva descripción. Y ese es el arranque de una serie de despropósitos que tanto protagonizan el bloque de la familia como los habitantes de la isla, o los insufribles amigotes de Larry, o los pretendientes de Margot, la romántica y cursi hermana, o los múltiples tutores de Gerard con sus extrañas aficiones. Pero sobre todo, ¡sobre todo!, la interesante relación del niño con toda la flora y fauna tan rica en estas islas mediterráneas. Un mundo lleno de vida en donde desde los gusanos más pequeños a las grandes tortugas, pasando por los pájaros, arañas, ranas, medusas etc. en todo su proceso de reproducción primaveral, dejan al niño Gerry lleno de emociones. No así al resto de la familia, que encontrará bichos por todos los rincones de la estupenda casa de campo que habitan.

Gerald tuvo posteriormente una vida muy acorde con el amor que profesó a los animales desde niño; viajó por todo el mundo, especialmente África, creó Fundaciones y Zoológicos con el propósito de preservar especies en peligro de extinción, y se preocupó por educar y concienciar a la población mundial para que aprendiera a amar y cuidar a los animales.

No se hizo rico, pero dejó un gran patrimonio a la humanidad con sus libros, sus fundaciones y sobre todo con el cambio de mentalidad que introdujo en amplias áreas sociales de este loco mundo. Vivió de acuerdo con sus ideas y murió, seguramente por ello, con la sensación de que se iba con las manos llenas de todo lo que se esforzó en conseguir.

Yo aconsejaría este libro a chicos y chicas a partir de 13 años, pero les pondría alerta con respecto a sus mayores. Cuidado, amigos; este es un libro muy goloso, no os lo vayan a birlar... Que os divirtáis. Y si estáis muy inclinados hacia la zoología, el goce, estoy segura, será mayor.